martes, 18 de junio de 2013

Crítica de Man of steel: el Supermán de otro mundo para los nuevos tiempos


Supermán volvió y lo hizo a lo grande. Así tenía que ser tratándose del más icónico de los superhéroes. Man of steel, que se convirtió en el segundo mejor estreno del año después de Iron Man 3, no solo ha reinvidicado al sujeto de la capa roja después del fiasco de Superman returns (2006) que nadie quisiera recordar, sino que ha sobrepasado todas las expectativas.

Drama en sus justas proporciones, acción y efectos visuales a más no poder, una fotografía exquisita (inusual para una cinta de superhéroes) y un reparto de famosos a la altura de los personajes son algunos de los aspectos que, a mi gusto, la hacen grandiosa.


De entrada hay que advertir que este hombre de acero es muy distinto de los que se han visto en las películas del antes, durante y después de la era Christopher Reeve. Y no solo porque se ha quitado el calzoncillo rojo, ha oscurecido el traje azul y renunciado al afectado mechón del cabello para dar paso a un desbordante macho de apretados músculos y pelo en pecho. 

Pero más allá de su aspecto retrosexual, el nuevo Supermán es el hombre de acero que reclamaban los tiempos actuales. Se ha adaptado a la nueva era y para la muestra un botón: el Daily Planet que otrora imponía la agenda informativa en Metropólis ahora convive -y compite- nada más y nada menos que con los nuevos medios independientes de internet, muy al estilo Wikileads.

En lo cinematográfico, Man of steel va acorde con lo que se usa ahora en las cintas de superhéroes: exhibición de la más alta tecnología, visión apocalíptica de la existencia en la Tierra y un tono más oscuro e intimista que intenta explicar los sentimientos y angustias del hombre que hay detrás del héroe. Sí, va por la onda de las más recientes entregas de Batman y el Hombre Araña, por citar solo algunos.


Man of steel poco tiene que ver con el misterioso reportero del Daily Planet que se cambia de traje en una cabina telefónica para combatir a los criminales de Metropólis. Tal faceta parece haber quedado reservada para futuras entregas. La cosa aquí es más seria: Superman debe luchar contra poderosos miembros de su raza que intentan convertir la Tierra en un nuevo Kriptón, luego de la trágica desaparición de este planeta. Resulta entonces novedoso y atractivo este nuevo enfoque de la historia centrada en los orígenes de Kal-El, quien a su llegada a la Tierra será conocido como Clark Kent.

Los primeros minutos que transcurren en Kriptón (donde Jor-El adquiere protagonismo gracias a un Russell Crowe bastante cómodo en ese rol) son realmente alucinantes y marcan la pauta del resto de la película: un 'look' oscuro y refinado, efectos asombrosos, y diálogos precisos que evitan caer en sentimentalismos baratos.

En lugar de una narración lineal que podría resultar predecible, la historia adquiere un ritmo interesante gracias a los continuos 'flashbacks' que nos cuentan episodios cruciales de la infancia y adolescencia del extraterrestre bebé que llegó a Kansas a bordo de una cápsula. En este punto cabe resaltar el notable parecido entre todos los actores que encarnan a Clark Kent en las diferentes etapas de su vida.

Aunque he leído ciertas críticas a la presencia de Kevin Costner y Diana Lane como los padres adoptivos de Superman, me parece que la pareja se ha ajustado muy bien al perfil de estos personajes. El acertado reparto se completa con la dulce y expresiva Amy Adams en el papel de Luisa Lane, menos frágil y más lista que la reportera que conocemos de películas anteriores.

Aunque hay elementos nuevos en la trama que lo llevan a uno a preguntarse "¿de dónde salió eso?" o "¿fue así que se conocieron?", a la final todo encaja y es creíble. La historia de Superman, sin duda alguna, se ha revitalizado con tantos detalles que antes habían pasado de refilón o no se habían contado. 

Por otro lado, ¡nunca se habia visto tanta destrución en Metrópolis! La segunda mitad de la película, sin dejar de lado el drama, es un derroche de fuerza bruta sobre la ciudad, convertida en un auténtico campo de guerra: las naves extraterrestres despliegan todo su poder, los aviones del Ejército disparan a diestra y siniestra, los rascacielos se desploman, la gente corre despavorida... lo que siempre queremos ver en Nueva York. Perdón, en Metrópolis.

Lo mejor de todo es que paralelo a los increíbles efectos visuales, también son evidentes ciertos detalles de fina coquetería con el espectador. Me refiero a primeros planos, movimientos de cámara y juegos con la luz natural que evocan o refuerzan sentimientos que hacen que este Man of steel vaya más allá de una simple descarga de disparos y golpes. Esto hay que atribuírselo al particular gusto estético del director Zack Snyder, quien ya ha marcado estilo con películas igualmente deslumbrantes en lo visual como 300 o Watchmen.

Por ser un espectáculo en toda la extensión de la palabra y haber devuelto a Supermán el lugar que se merece, Man of steel es de esas películas que vale repetir y de las que se esperan con ansias próximas entregas. Me pregunto si habrá enemigos peores que el odiado General Zod, aunque en el fondo él simplemente extrañaba a Kriptón, su pueblo, el planeta donde nació.