Desde Batman: el caballero de la noche (2008), de Christopher Nolan, no veía tanto entusiasmo de la crítica frente a una película de superhéroes. Suele suceder que las obras de este género cinematográfico se desbocan en acción gratuita, efectos especiales y tramas predecibles, y dejan en un segundo plano la consistencia del guión o la necesaria construcción de los personajes.
Jennifer Lawrence es Raven. |
La cinta dirigida por Bryan Singer, quien suma su tercera X-Men en su hoja de vida, consigue resolver con maestría la intrincada trama que incluye una delicada operación de viaje al tiempo por parte de Wolverine, para intentar salvar a sus colegas mutantes de una poderosa y definitiva arma mortal.
Al borde de un nuevo abismo que amenaza su supervivencia, los distintos personajes dejan ver una vez más sus más profundas motivaciones, que justifican sus acciones. No son del todo buenos ni del todo malos, de alguna manera son vulnerables y además pueden cambiar de opinión, lo que les da un mayor carácter y sentido de lo humano. Es lo que los hace realmente interesantes y no simplemente unas caricaturas.
Peter Dinklage en un estupendo papel. |
Pero la gran sorpresa esta vez ha sido la incorporación de Peter Dinklage, reconocido por su papel en la serie Juego de tronos, haciendo aquí del villano Dr. Bolivar Trask. Bajo en estatura, pero grande en interpretación.
Lo que más me sorprende de X-Men es la capacidad de mutar su argumento, de sacarle en cada entrega nuevos elementos narrativos, puntos de giro; de reinventarse sin perderse en el camino ni repetirse en cada película. Esta vez, coincido con muchos críticos, ha sido lo suficientemente consistente y llena de emociones para dejar muy satisfechos tanto a los incondicionales como a los curiosos.
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