lunes, 2 de septiembre de 2013

Crítica de El conjuro: terror del bueno, del que sí asusta, llena salas y satisface a los críticos


Películas de terror sobre fantasmas, posesiones diabólicas y exorcismos están a la orden del día en la cartelera de cine, la mayoría de muy mala calidad: tramas inverosímiles, actuaciones pésimas, efectos de chiste y finales ridículos suelen condenarlas al fracaso y al olvido.

No pasa eso con El conjuro, la película más vista por estos días en nuestro país. Según cifras de Cine Colombia, el último fin de semana atrajo a 148.415 espectadores, muy por encima de los 60.331 de la última tonta comedia de Adam Sandler, Son como niños 2. Me atrevo a decir que al voz a voz, o recomendación directa, se le puede atribuir gran parte de este éxito.


La atemorizante muñeca Annabelle.
¿Les cuento un secreto? La película costó apenas 20 millones de dólares y ha recaudado 243 millones en todo el mundo, según cifras de Box Office Mojo. ¡Ha ganado más de diez veces lo invertido! Y lo más sorprendente es que a los más reconocidos críticos de cine les ha gustado, según las reseñas que pueden leerse en Filmaffinity.

¿Cómo puede una película sobre un tema tan recurrente como casas embrujadas y posesiones demoniacas, y con trucos tan conocidos como puertas que se abren y muñecos embrujados, causar tanto furor y aceptación?

Digamos que hay varias respuestas: lo primero es que El conjuro está basada en hechos reales, o sea que lo contado en la cinta realmente sucedió, lo que de por sí ya causa susto. Todo se remonta al año de 1971 cuando la pareja de investigadores paranormales Ed y Lorraine Warren (interpretados por Patrick Wilson y Vera Farmiga) llegan a la casa de la familia Perron (un matrimonio con cinco hijas) para ayudarles a esclarecer una serie de sucesos extraños que les quitan el sueño y mucho más.

Patrick Wilson interpreta a Ed Warren.
El segundo punto a destacar son las actuaciones de todo el reparto, pero muy especialmente de las dos mujeres protagonistas: Lily Taylor (la mamá de las niñas) y Vera Farmiga (la psíquica), a quienes les creemos cada mirada, cada movimiento y cada grito de terror.

Lo tercero que hay que mencionar es la forma como se cuenta la historia, volviendo al estilo clásico del cine de terror que le saca el máximo provecho al suspenso y a los trucos simples como los ruidos extraños y otros un poco más elaborados sin rayar en lo exagerado, en lugar de caer en esas tendencias modernas del género, de las que tanto se abusa, como el falso documental y la cámara "mareadora" que no para de moverse.

Lo que nos muestra El conjuro ya está mil veces contado. Lo distinto y lo plausible es su cuidada ejecución.