miércoles, 14 de agosto de 2013

Crítica de Mi villano favorito 2: sin los traviesos minions sería absolutamente aburridora

Como la arepa sin mantequilla o el cine sin crispetas. Así de aburridoras serían las películas de Mi villano favorito sin esas criaturas amarillas y asexuadas que balbucean palabras en diferentes idiomas y disfrutan vestirse de mujer... o disfrazarse de los Village People como se ve en la fotografía de abajo.

No nos digamos mentiras. Sin los peculiares minions, esta cinta animada sería otra más, corriente y sin mayor gracia. Lo digo porque Gru, el villano, no tiene carisma y fastidia con su voz nasal, mientras que las tres niñas -sus hijas adoptivas-, apenas llegan a ser tiernitas y simpáticas.


Los minions son las indiscutibles estrellas de Mi villano favorito y para esta segunda entrega han cobrado mayor protagonismo que en la primera, pues sobre ellos pesan los momentos más divertidos de la película.

Sus ocurrencias salvan una trama de por sí sosa y predecible. Y es que si no fuera por las bobadas de estos especímenes que se toman la vida de la manera más despreocupada, les juro que me habría dormido.

La buena noticia es que los minions tendrán su propia película, la cual se estrenará en 2014 (ver noticia). Mejor dicho, se les crecieron los enanos a los productores, quienes además deben estar felices con los más de 750 millones de dólares que esta segunda entrega ha recaudado en todo el mundo, convirtiéndose en la quinta película animada más taquillera de todos los tiempos, por debajo de Shrek 2, El rey león, Toy Story 3 y Buscando a Nemo. Ver ranking

El crédito, por supuesto, hay que dárselo a los minions, las más adorables criaturas del momento. Gru y las niñas se pueden tomar unas largas vacaciones.