Personajes tan desenfrenados como el corredor de bolsa Jordan Belfort, encarnado por Leonardo DiCaprio en esta espléndida película de Martin Scorsese, me recuerdan al Larry Flynt de Woody Warrelson o al Tony Montana de Al Pacino. Son máquinas de hacer dinero, amantes de los excesos y expertos en destruirse a sí mismos.
La historia de sus vidas es una vertiginosa montaña rusa de la que el espectador, completamente excitado y con algún sentimiento de culpa, no se quiere bajar. Justo eso es El lobo de Wall Street. Adrenalina pura por cuenta del lujo, el sexo en bandeja de plata y la droga haciendo estragos en el cerebro de estos amos y señores del mundo que hacen todo lo que se les da la gana.
La dupla Scorsese-DiCaprio ha generado una de las mejores películas en la carrera de ambos. Scorsese se ha vuelto más despreocupado y entretenido, y DiCaprio más descarado y electrizante. Junto con el gordito Johan Hill y un par de mujeres perfectas, ofrecen tres horas de dulce perdición o amarga felicidad, como quieran ustedes llamarle. Aquí todo va a los extremos y eso resulta muy divertido.
Es mejor ser rico que pobre, ¿quién lo duda? Pero también es cierto que el dinero corrompe y para la muestra está Jordan, un tipo de apetito insaciable. Él quiere más y más de los placeres que Wall Street le tiene reservado a unos pocos afortunados, sin importarle mucho pasar por encima de la ley o que el mundo se derrumbe a su alrededor. Al final está la metacualona para salvarlo, si antes no lo mata.
El descaro de algunas escenas es inolvidable. ¿Qué tal la violenta pelea de Jordan con su esposa o el tortuoso camino que recorre de la casa al automóvil? Recuerdo esas dos, al igual que las apacibles e impresionantes vistas de la Nueva York de los negocios y los rascacielos. Y claro, hay que destacar también el coctel de emociones que brinda la banda sonora.
El lobo de Wall Street, con cinco nominaciones al Oscar, incluidas mejor película y director, es el tipo de películas que uno recomienda ver a sus amigos, aunque al mismo tiempo no falten los mojigatos que pretendan censurarla por todo lo que en ella se ve y se oye (repite 506 veces la palabra "fuck"), como si la realidad de los excesos y lujos de los Nule o de los genios de Saludcoop o Interbolsa, por poner solo algunos ejemplos cercanos, no fuera parecida.
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