domingo, 13 de septiembre de 2015

Colombia Magia Salvaje, ojalá más que una bonita postal (crítica)


A mí Colombia Magia Salvaje me encantó, primero, porque me gustan los animales (sobre todo vivos y libres, no en jaulas ni en plazas de toros), porque disfruto las películas que me cuentan historias sobre la naturaleza (a veces tanto efecto en computador no permite ver la belleza de lo real) y porque me alegran los esfuerzos de cualquier tipo para generar conciencia sobre el cuidado del medio ambiente.

No importa que este documental haya sido financiado por una multinacional asociada al consumo, y por ende al consumismo que es el máximo culpable del deterioro ambiental y el cambio climático; o que su narrador sea Julio Sánchez Cristo, tan escuchado como odiado, entre otras cosas por la millonaria pauta que pagaba en su emisora la controvertida petrolera Pacific Rubiales. Con todo y los peros que quieran sacarle, es mejor que exista Colombia Magia Salvaje a que no.

Aguafiestas el que no se sorprenda. ¡Qué bella la danza de los colibríes en cámara lenta y qué impresionantes las tomas de la selva con la ayuda de los drones! Quedé impactado con los cangrejos negros que invaden por la noche las tranquilas playas de Providencia y con las pinturas rupestres del Chibiriquete,  donde "no hay vida humana, salvo los indígenas…”, según la embarrada que hoy le están cobrando al ministro de Ambiente, Gabriel Vallejo.

Ay, qué orgulloso me siento de ser un buen colombiano y vivir en este país tan rico en agua que nace en los páramos, pero donde millones pasan sed; o que se vanagloria de ser el segundo o tercero (aún no se ponen de acuerdo los científicos) más biodiverso del planeta, pero que al mismo tiempo es el segundo (confirmado) con más conflictos ambientales en todo el mundo, por no hablar de las escandalosas cifras de deforestación, los devastadores impactos de la minería ilegal o el insensato tráfico de fauna. La Colombia de la mafia salvaje.

Me gustó la película porque me permitió ver especies maravillosas y paisajes increíbles que quizá en persona sería muy difícil de ver, pero no dejo de pensar en los peligros que los acechan por cuenta de la ambición de unos pocos y la ignorancia y despreocupación de la mayoría.

El documental invita a todos los colombianos a conservar esas riquezas, obvio, pero le faltó decir cómo. En lugar de las redundantes descripciones y frases motivadoras que pronuncia Julito, me hubiera gustado encontrar consejos tácitos como evitar el uso de pitillos, usar menos el auto o no cambiar de celular solamente por moda, aunque es comprensible que comprar menos cosas no es el mensaje que cualquier empresa quisiera dar.

Se le agradece inmensamente al Éxito esta generosa iniciativa de responsabilidad social empresarial lograda a través del cine, que entretiene y emociona, pero ojalá Colombia Magia Salvaje no sea simplemente una bonita postal para vender nuestro país como destino turístico, que también es importante.

Que sirva como un llamado de atención para todos los colombianos, no para que impidan que las retroexcavadoras acaben con la selva o que las grandes redes vacíen los mares, que es el trabajo que deben hacer las autoridades, sino para cambiar sus hábitos de consumo en la vida cotidiana y adoptar estilos de vida más sostenibles con el planeta. Cuestionarse por cada artículo que se mete en el carrito del supermercado podría ser un primer paso.